Muchas cosas que decir...

Tengo muchas cosas que decir... al igual que muchas cosas por hacer... , y aplicarme la concepción geológica del tiempo me permitirá tener buena parte de todo eso.

Este será un espacio para una suma que permita la multiplicación. Una amalgama de ideas, opiniones, relatos e informaciones, en definitiva de aportaciones, que multipliquen con éxito las buenas verdades que ya poseemos.

Se puede ser feliz con talento, pero no sin pasión ... ;)

Bienvenid@s !!

sábado, 28 de junio de 2014

Los días en los que me enamoré de ti

 

Ahora yo no sé si vas a poder leer esta carta, 
pero siento como una necesidad de decirte 
que yo contigo soy más feliz 
de lo que en los libros dice que se puede.


Fue allá por el verano de 1975 cuando aquella hermosura de mujer iba paseando por una carretera sin asfalto. Solía caminar cada tarde con la caída del sol, tras haber arrasado éste la tierra con sus hirvientes cuarenta grados estivales.  Se movía ligera rozando el interior de sus voluptuosas piernas veloces. A veces agitaba su cuerpo en un giro que descompasaba mis sentidos. Cómo se puede tan solo deslizarse por la vida con semejante arte y ardid, pensaba yo cuando detenía atónito mis quehaceres, distraído por su vaivén. 

Viejos pinares iban coronando el sendero escogido para su paseo por la hermosa mujer. Malditas piezas casi inertes, sus raíces agonizaban debajo de la tierra que ella iba pisando, y hacían que el asfalto se levantase dificultando la circulación a mi Renault 5, de un alegre naranja vivaz, y por consiguiente, interrumpiendo a mis ojos, que sólo estaban allí para mirarla, sin otra misión en ese trozo del mundo, que la de sentir que todas las respuestas estaban a escasos metros de mis manos. Ella era todas las posibles combinaciones de números del mundo y mezclas de colores, ella era la vida,  paseando delante de mí. Y yo, ahora, sólo tenía que agarrarla fuerte, aprender a amarla como se aman las cosas así si más, y no soltarla nunca.

Agradecía el fresco que el verano nos regala en algunos días en forma de brisa salvadora para combatir el calor, pero no era sofocar las altas temperaturas lo que a mí me preocupaba, ni mucho menos, las mejores tardes para contemplarla eran esas, las de brisa fresca veraniega. Ese flujo de gases a gran escala me regalaba la estampa más hermosa de mis días por aquel entonces. Una imagen que me acompañaba entre mis sábanas hasta que el sueño vencía mis sentidos y apretaba los ojos en un último intento para soñar con ella. Esas ráfagas de aire fresco movían su pelo en una danza de animales salvajes a los que pides en silencio calma porque sientes que serías capaz de explotar de júbilo al imaginar cómo sería sentir sus rugidos en tu piel, oler esos rizos negros como el tizón, desplegándose en una larga melena que tocaba tímidamente su espalda. Sus pelos volaban hacia atrás revelando su carita redonda y blanca, así, como el mejor de los dulces que has probado en tu vida y que sabes seguro que probarás. Única y preciosa mujer de cara delatante de los mejores sentimientos, del más majestuoso corazón, el de la reina que gobernaría mi vida, mi mujer, mi esposa, mi amante, mi amiga. Y sus ojos, ¡qué decir de sus ojos!, nada comparable al oro verde de sus ojos, que hacían brotar aire para mi respiración.  Y yo, ahora, sólo tenía que agarrarla fuerte, aprender a amarla como se aman las cosas así si más, y no soltarla nunca.

Vestía de negro, cada día, cada hora, en sus paseos, siempre. Pronto supe porque, hermosa mujer huérfana de padre, lo que no hizo más que incrementar mis deseos de ella, de caminar a su vera, de darle abrazos de esos en los que la cara se funde con el hombro y cierras los ojos sin darte cuenta, y flotas, de mirar de reojo sus piernas sobre los asientos de mi R5, mientras mira distraída por la ventana el paisaje seco de Granada. Se me hacían remolinos en el cuerpo entero de imaginarme las aventuras de mis días con ella. ¡Ay, no sonrías niña! Que entonces es cuando me pierdo entre la maleza y las musarañas de mis sueños contigo. Era todo lo que me atrevía a decirle desde el asiento de mi coche, lento, al ritmo del momento. Esa, justamente esa es la sonrisa que quería que tuvieran mis hijos. Se le abría la cara como una naranja sabrosa, y lo que más me apetecía era besarla, a ella, a mi chata, darle mil pellizcos en su cara, en el moflete derecho, y luego en el izquierdo, y así toda la vida, acariciarla. Y yo, ahora, sólo tenía que agarrarla fuerte, aprender a amarla como se aman las cosas así si más, y no soltarla nunca.

Nuestras vidas se fundirían, como se funde con el paisaje esa luz difuminada y entrecortada que ocurre cuando los rayos de sol brillan entre los árboles, de esa forma inexplicable que pocas veces ocurre. Y comenzarían nuestros diarios en un R5, las historias más humildes y con más amor que entran en una memoria.  El hueco de sus manos se convertiría en un refugio para mí, en ellas encontraría el consuelo y el amor que necesitaba. Nuestros paseos se prolongarían día tras días, divertidos e ilusionados nos daríamos calor y sombra, a bordo de toda una vida. Así, así sería el mañana con esa hermosa mujer, y otras muchas cosas que ni imaginábamos cuando sólo chispeábamos como inocentes chiquillos, cantándole a nuestras ilusiones y a nuestro amor al ritmo del grandísimo Boney M.

Cris de la Torre
@CRISDLTC


 




miércoles, 25 de junio de 2014

El resto del mundo












(Foto anónima)

Porque el amor debe ser eso. 
Que cuando tengas frío no te tapen, 
se desnuden contigo.




Una retahíla de palabras raras, de esas ñoñas, de esas de mujer tonta.

-No seas boba.

Le dice hablando contra su espalda. Justo con la capa más exterior de todas las capas de la piel que componen sus labios. La parte exacta y precisa que consigue estremecerla en un fugaz escalofrío de cabellera. Sí, exacto, de esos escalofríos que se tornan como una bocanada de aire que te levanta la piel milímetro a milímetro y que por un momento te hace levitar, y te congela el cerebro, y te pone boca de mujer extasiada, y te pone ojos de placer.

- No seas lo que eres.

Pero a él no le importaba una mierda el resto del mundo, a él sólo le importaba la forma que ella tenía de quererlo cuando bailaban frente a ese mundo. Después de tanto tiempo, las ganas que tenían las palmas de sus manos de tocarla, enajenaban sus sesos. No era momento para pensar en responsabilidades, de cargar con la barbarie de la culpa. Era momento de oler sus dedos, el interior de sus muslos, tantear su nariz respingona y que sus bocados lograran hacerle saber ese demasiado que la amaba.

- Te pienso sin anestesia y lo sabes.

Ella ya conocía esos espacios en el tiempo, dejaba que su belleza le calara hasta los huesos. Un momento enrojecido de vino y rosas hacía brillar todo aquello. Y pensaba: -Quizás no llegue a ser feliz, pero hoy estoy contenta. Adoraba compartir con él el rocío de la primera mañana en el mundo. No lo vivía, ardía en ello, no le lloraba, le llovía en lágrimas, y así todo el tiempo. Sus ausencias se comportaban como el viento con las llamas, hacían reavivar todo el fuego que se desataba entre ellos cuando bailaban sin importarles una mierda ese resto del mundo.

En unas horas la habitación se quedó vacía. El olor de sus carnes alborotó las motas de polvo en el aire. Las sábanas respiraban sudorosas y arrugadas, una sola vela consumida sobre el tocador, un trozo de papel con palabras escritas, una retahíla de palabras raras, de esas ñoñas, de esas de mujer tonta. Una habitación con restos de amor.

Cris de la Torre 
@CRISDLTC